Corruptio, Pecata Minuta

Apenas quedan unas horas para que, la folclórica y blanqueadora de capitales en sus ratos libres, Isabel Pantoja deposite en los juzgados de Málaga la multa de 1.140.000 euros a la que ha sido condenada. De lo contrario, la convicta podría ingresar en la prisión de Alhaurín de la Torre, lugar de residencia de otro canalla, el exalcalde de Marbella y examante de la tonadillera Don Julián Muñoz, alias “Cachuli”. Recientes rumores apuntan a que la cantante tendría difícil reunir, en el plazo impartido, tal suma de dinero, hecho éste que ha servido para que media España se movilice al instante volcándose en donativos. Para estos leales seguidores es simplemente inconcebible que su ídolo dé con sus huesos y peinetas en la cárcel alhaurina, aunque para ello sea necesario burlar los efectos de la Justicia, pues cabe recordar que la naturaleza de la multa no es recaudatoria sino punitiva; pagando alguien en su lugar se estaría vulnerando el objeto de la propia condena, extremo éste que no ignora, afortunadamente, la Audiencia Provincial de Málaga.

Otro caso, no menos significativo, es el de Juan Martín Serón, edil de Alhaurín el Grande, juzgado y condenado por cohecho a 200.000 euros de multa y a un año de suspensión en su cargo. Una vez cumplida la condena el alcalde suspendido pretende retomar el cetro municipal, ya sea reincorporándose a las filas del PP o presentándose como grupo independiente; qué más da, el caso es volver a las andanzas, y no de cualquier manera, por la puerta grande señores, con el apoyo popular del que siempre ha gozado en la ciudad natal del golpista Antonio Tejero. Sí, así es, lo ha leído perfectamente, los alhaurinos están plenamente convencidos, a pesar de haber sido condenado por los tribunales, que el señor Serón debe seguir al mando de la gestión municipal de su pueblo, pero tampoco es para sorprenderse, este delincuente es tan solo uno más de los muchos ediles que durante más de dos décadas han ido tejiendo el mayor entramado organizado de corrupción municipal de la historia reciente de España, y todos ellos son admirados y venerados por sus votantes.

Todo empezó allá por los años 90 con la llegada de un pintoresco maestro de ceremonias al escenario político marbellí, el GIL, artífice e inspirador del «malayismo malacitanus». La irrupción de esta nueva fuerza política en Marbella, y más tarde en Estepona, contó con un apoyo popular sin precedentes, aun cuando era público y notorio la dudosa reputación de su fundador, el finado Jesús Gil, hombre de negocios que convencido de que todo tiene un precio, siguió aplicando la lógica mercantil a su nueva faceta política. El planteamiento es tan descarado como simple, pero no por ello menos eficaz: “…vosotros me apoyáis pase lo que pase, me dejáis hacer mis negocios y chanchullos personales y yo a cambio atraigo la inversión privada y la prosperidad económica al municipio usando, sin contemplaciones, la influencia que se deriva de la ostentación de mi cargo; y de paso, si sois buenos y leales, hasta a lo mejor es posible que os caiga algún contratillo”. El principio de “todos ganamos” sin importar el cómo. Aún hoy no son pocos los que añoran los días de la bulimia económica compulsiva de aquellos días, plenamente convencidos de que el modelo de crecimiento “borbujero” y corrupto que nos metió en la crisis es la clave para sacarnos de ella. Pobres ilusos.

¿Cómo se puede explicar la condescendencia hacia un corrupto si no es admitiendo la corrupción como un pecado menor, una travesura insignificante que no merece nuestra más absoluta reprobación y condena?

¿Qué ocurre en la mente de aquellos ciudadanos que veneran, adulan y defienden, a capa y a espada, a los famosos y gobernantes que con picaresca lazarina intentan burlar la Justicia?

Este fenómeno sociológico, tan curioso como perverso, es toda una gangrena para nuestra sociedad. Nos corresponde a nosotros, ciudadanos, amputar sin miramientos todo órgano infectado por las prácticas corruptas, facilitando y apoyando la acción de la Justicia para que se dirimen las responsabilidades penales (y políticas si se tratara de algún político) de todo aquel que corrompa, se deje corromper o comulgue con personalidades corruptas, pues como decía el de Aquino: ”Corruptio optimi pessima”, la corrupción de los mejores es la peor.

Deja un comentario